El acompañamiento infantil significa dar una respuesta satisfactoria a las necesidades del niño o la niña, esté en el proceso que esté. Acompañar a un hijo es justo lo contrario que intervenir.
Pero, ¿cómo acompañar al bebé o al niño o la niña sin dejar de ser quien soy, sin romper mis ritmos y sin cambiarle sus ritmos a ellos?
En primer lugar me gustaría subrayar que solamente podemos acompañar si sabemos qué es ser acompañado como padre o madre. Esto es muy importante. Cuando una madre o un padre, para resolver sus dudas o dificultades, confía plenamente en una figura de referencia como un psicólogo, un pedagogo, el tutor de su hijo, un amigo que sabe o la propia madre del adulto, por ejemplo, pues ya puede satisfacer mejor las necesidades del menor.
El primer paso para acompañar es hacer un gran ejercicio de humildad y dejarnos acompañar como adultos. Ese será el mejor ejemplo para nuestros hijos, que así aprenderán a dejarse acompañar.
En cada etapa, nuestras hijas e hijos necesitarán algo diferente. Con algunos ejemplos, podemos ver mejor los tres pasos importantes del acompañamiento.
Cuando un niño no sabe atarse los cordones de los zapatos y realmente no puede, acompañarle sería ayudarle a atarlos, explicándole cómo se hace.
Si les observamos, veremos cómo la niña o el niño darán muestras de que quieren atarlo ellos solo; acompañarle sería dejar que lo intente e incluso que los ate a su manera, sin intervenir. Aquí necesitamos calma y, sobre todo, tenemos que estar presentes. Una vez que hace el gesto de querer autonomía, debemos dejarle y estar a su lado, pero sin hacérselo nosotros. Es muy importante que la decisión venga del niño o la niña.
Una tercera fase llega cuando el niño ya sabe atarse los cordones de los zapatos. Ahí el adulto desaparece, suelta, y lo hace para siempre. Cuando el pequeño ya está en esa fase de autonomía, el acompañamiento infantil consiste en dejarle sólo. Porque justo en ese momento, la niña o el niño desarrolla la astucia de probar, entonces mira a los padres y dice: “átamelos tú”.
El día a día nos ofrece aquí toda clase de trampas: tenemos prisa y podemos caer en la tentación de ayudarles como en la primera fase; o podemos dejarle y no atárselos, pero la niña o el niño tampoco se los ata porque no tenemos prisa, le dejamos a sus anchas y tampoco estamos acompañándole.
Nos vamos hacia el control o hacia la dejadez, en ambos caminos abandonamos el acompañamiento. La madre o el padre siempre tienen que disponer de tiempo para que el acompañamiento sea real. En esta tercera fase hay que dejarle que lo haga por sí mismo todos los días, porque así el pequeño cada vez lo hará mejor. Esta fase se caracteriza por la espera y la paciencia.
¿Qué es intervenir?
Por un lado, tenemos las necesidades de las criaturas en cada momento, porque nos necesitan realmente para hacer algo. Por otro lado, tenemos los deseos del adulto. Cuando los deseos del adulto imperan sobre las necesidades del pequeño, decimos que le hemos intervenido.
Muchas veces podemos ver esto cuando los bebés empiezan a andar. La mayoría de los adultos cogen a la criatura por los brazos para enseñarle; si se cae, hay frustración del padre o la madre. Y si el bebé logra andar, entramos en euforia. Ninguna de las dos actitudes ayuda a los pequeños.
Acompañamiento infantil en este ejemplo sería dejar que el bebé gatee hasta que un día se ponga de pie mientras se agarra a un sofá, para después soltarse y dar sus primeros pasos desde su libertad. Y ahí le acompañamos colocando un brazo para que se agarre, dándole confianza, transmitiéndole que tal y como lo hace es perfecto.
Previsión, observación y aceptación
Quiero subrayar lo importante que es crear entornos bonitos e inteligentes. Esto se consigue si el adulto actúa con previsión, sabiendo el tiempo que va a necesitar con cada actividad para no ir con prisa, sabiendo qué toca ahora y qué toca luego. Educar con calma y sin pausa, cumplir unos ritmos bonitos adecuados a los hijos y a toda la familia se puede conseguir anticipándose, con preparación semanal y diaria.
Otra herramienta vital es la observación, y para ello se necesita mucha calma. Si no soy capaz de hacerlo solo ni en pareja, debo conectar con la humildad y preguntar a otro adulto que sepa. Si el adulto se siente acompañado, la niña o el niño se sentirá también acompañado; cuando el adulto ya sabe solo, suelta al profesional; y entonces el pequeño soltará al adulto.
Yo siento que lo más importante que pueden aportar los padres es la previsión, la madurez, la calma y saber renunciar a cosas que no van ser. Sin ser nada especial, siendo lo que es, nuestro hijo es maravilloso. Desde ahí, todo será más fácil.
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